Uno de los alumnos de la Escuela Politécnica de París,
Devilliers, parte desde Roseta hacia El Cairo junto a otros colegas.
En una de las visitas de Bonaparte a la zona de Guiza,
DeVilliers se une al grupo de invitados con objeto de visitar las pirámides;
también estará Vivant Denon el cual partirá en pocos días hacia el Alto Egipto
junto al general Desaix en busca de Mourad Bey.
En la visita de Guiza, Bonaparte enseña al grupo de sabios
escogidos las pirámides ante el asombro general de los científicos que rápidamente suben a la cima de la Esfinge para realizar las medidas oportunas.
En la base
de una de las pirámides, enseñan a Bonaparte una momia cuyo sarcófago es sostenido por
un oficial francés y por un egipcio.
Cuentan que en ese momento ocurrió la siguiente anécdota:
Hacía más de 1500 años que se había
perdido la lectura de los jeroglíficos y nadie por aquella época sabía
descifrar la lengua de los faraones. ¿O tal vez sí? Los soldados presentan a
Bonaparte a un monje copto ciego que andaba por los alrededores y que afirmaba
saber leer las antiguas inscripciones de los faraones. Inmediatamente traen a
una figura harapienta, más pinta de mendigo o de loco que de erudito. Con voz
firme, Bonaparte ordena al copto señalando unos jeroglíficos que había en los
laterales del sarcófago “¡Lee!”.
El copto pasó su mano por aquella
desgastada madera, sonrío, miró al general con sus ojos sin vida y le dice con
voz muy suave pero suficiente para que la oyese hasta el último hombre que
andaba por los alrededores; “No eres un
Dios”. Es de suponer la cara que se le quedó a Bonaparte.
Grabado de Draeger y
Lesieur a finales del XIX de una pintura de Maurice Orange.
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