A las doce del mediodía de hoy 2 de julio pero de 1798, Bonaparte entra en Alejandría y
cuando pasa por una esquina, a punto está de finalizar sus días en Egipto de no
ser por la mala puntería del tirador que sólo puede rozar una bota del general
en jefe.
Su escolta rápidamente sube al tejado y cogen al turco que estaba atrincherado con unos cuantos fusiles y allí mismo le matan.
Su escolta rápidamente sube al tejado y cogen al turco que estaba atrincherado con unos cuantos fusiles y allí mismo le matan.
El comandante de la plaza, Mohamed-el-Koraim, al verse
acorralado y sin posibilidad de escapar con vida, también se rinde a Bonaparte
y reconoce su victoria.
Bonaparte más allá de castigar a el-Koraim hace todo lo
contrario de lo que podemos imaginarnos; le encomienda la seguridad de la ciudad y que restablezca el orden
cuanto antes.
Y a decir verdad que lo hace con gran lealtad y de forma muy rápida.
Y a decir verdad que lo hace con gran lealtad y de forma muy rápida.
En el grabado vemos como Bonaparte regala un sable en señal de amistad y confianza al nuevo comandante de la plaza, el-Koraim.
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